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El cloud computing: ¿promesas incumplidas?

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Cada vez son más las empresas que se pasan a la nube y dejan de utilizar todo tipo de infraestructuras, que van desde servidores de almacenamiento de archivos hasta aplicaciones de ofimática instaladas en todos los ordenadores de la empresa. Las promesas de escalabilidad, ubicuidad y bajo coste que ofrecen las compañías proveedoras de servicios en la nube calan cada vez más hondo en los entornos empresariales, que se pasan a la nube con la promesa, muchas veces, de que sólo tendrán que pagar por los servicios que utilicen. Pero empiezan a aparecer bastantes lagunas y nubarrones en lo que ofrece esta tecnología, con promesas que se cumplen cada vez con mayor dificultad.

Los programas que suelen ofrecerse para empresas, sobre todo para las de mayor tamaño, son muy distintos a los que tienen a su alcance los consumidores finales y los negocios pequeños. En ocasiones requieren una negociación con el proveedor por parte de la empresa, que muchas veces recibe un presupuesto de un precio a medida en función de sus necesidades. Este plan suele llevar aparejada una especie de política de permanencia que ata a la empresa con ellos durante varios años si quieren disfrutar de las supuestas ventajas de los planes.

Y decimos supuestas porque, en función de lo contratado y el uso que finalmente la empresa vaya a hacer de los servicios, pueden terminar pagando más dinero por ellos que si utilizasen la infraestructura convencional, a pesar de que en principio parezca que las aplicaciones en la nube tienen un coste menor que el asociado a las licencias de uso de los programas instalados en local. Además, terminan con los cantos de sirena que hablaban de la flexibilidad de la nube, ya que si no están satisfechos con un servicio, les puede resultar muy complicado cambiar de proveedor.

Esto es lo que se desprende de las declaraciones de diversos analistas del sector que ha recogido el Wall Street Journal. Así, Ray Wang, el principal analista de Constellation Research, apunta com origen del problema a que «cuando compras software en la nube, vas a tener que estar utilizándolo mucho tiempo. Lo bueno que es el software basado en la nube es, en principio, más económico, y se actualiza constantemente. Lo malo es que puede acabar costándote más que si fuese tuyo con contratos con acuerdos de licencias de tres, cinco o incluso siete años de duración».

Además, como hemos comentado, cambiar de proveedor de servicios en la nube puede ser complicado, según la analista de Gartner Research Dolores Ianni, que también comenta que cuantos más sistemas y datos tenga una empresa en la nube, el trabajo para cambiar de proveedor también es mayor. De hecho, la integración en la nube, o el traspaso de datos entre diversos proveedores de servicios en la nube, se ha convertido en una gran preocupación y en gran parte del trabajo de un CIO.

Según David Linthicum, vicepresidente senior de la consultora Cloud Technology Partners, la promesa original de la nube consistía en «nuevos sistemas de poner precio al consumo de software mucho más ágiles y ajustados en cuanto a costes, además de ofrecer más apertura y liberación«. El resultado es lo que se conoce como Saas, o Software como Servicio, que ofrece aplicaciones mediante suscripción y reparte los costes a lo largo de un tiempo, gracias a acuerdos de licencia con periodos de renovación que pueden variar. Los hay que se renuevan cada mes y los hay que lo hacen cada año. De esta forma, las empresas piensan que están pagando menos, pero si suman, es posible que se sorprendan de los resultados. Además de que puede que dejen de pensar que al contratar estos planes podrían librase fácilmente de software obsoleto. Algo que, como ya están comprobando muchos CIOs, es complicado conseguir.

Otro punto a vigilar sobre el que han alertado los analistas es que, además de ofrecer contratos cada vez más largos a las empresas, los proveedores están comenzado a ofertar paquetes compuestos por varias aplicaciones. Y tal como comenta Linthicum, «los acuerdos más largos pueden poner de manifiesto los intereses de las empresas, pero también los de los proveedores, porque los acuerdos a largo plazo son necesarios muchas veces para poder hacer frente a las demandas de descuentos de las empresas. Antes no los daban, pero ahora están empezando a ceder», sobre todo con los contratos más largos. Consiguen así menos beneficios, pero tienen un dinero asegurado durante más tiempo, lo que permite invertir menos dinero en buscar nuevos clientes.

No obstante, este tipo de acuerdos y contratos debe llegar a un equilibrio para satisfacer a ambas partes o habrá clientes frustrados y proveedores descontentos.

Foto: Glg

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