Gartner: la inversión en apps es todavía baja

Hay revoluciones que llegan por sorpresa, sin avisar, y que nos dejan a todos con la boca abierta. Otras, sin embargo, son anunciadas a bombo y platillo durante mucho tiempo, y al final quedan en nada. Y el tercer grupo es el formado por aquellas que, según la lógica, tienen que llegar tarde o temprano, pero que por alguna razón parecen decantarse más por el «tarde». Tal es el caso, según un informe recientemente publicado por la consultora Gartner, del desarrollo de apps para dispositivos móviles dentro del entorno empresarial

Según el informe, basado en una encuesta llevada a cabo por Gartner, el 42% de las empresas participantes en la misma tienen previsto incrementar sus partidas presupuestarias dirigidas al desarrollo de apps que se integren en su infraestructura y, por lo tanto, en la actividad profesional de sus trabajadores, así como en las relaciones con sus clientes (B2B y B2C). Sin embargo, tal interés contrasta con la partida presupuestaria centrada en ese punto: solo el 10% del presupuesto para desarrollo de software se dedica a aplicaciones para dispositivos móviles. Y este dato, que es bajo, empeora en un 2% al del pasado 2015.

Así, parece que el interés de las empresas por las apps es creciente, pero al menos de momento no hay una sensación de premura que la convierta en una prioridad, afirma Adrian Leow, analista de Gartner. Piensa también que esto debe cambiar en un futuro próximo, sobre todo si las empresas quieren sacar partido de las posibilidades que la movilidad ofrece a sus empleados. Este es, sin duda, el principal elemento de presión sobre las empresas para que, finalmente, apuesten de manera más decidida por aumentar el presupuesto destinado al desarrollo de apps a su medida.

Otra tendencia identificada por Gartner en su estudio es que las empresas parecen más interesadas en el desarrollo de apps totalmente a medida, que en emplear soluciones prediseñadas y que se pueden ajustar a sus necesidades concretas, algo que en cierta medida está relacionado con la complejidad de integrar esas soluciones, a priori más sencillas, en sus propios entornos, que suelen contar con un alto volumen de software y servicios hechos a medida. En estos casos, aunque un desarrollo integral resulta más costoso, por norma general su integración con la infraestructura ya existente será mayor o, al menos, no tan conflictiva como con algo prediseñado.