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Los analistas no se ponen de acuerdo: ¿tiene o no futuro el smartwatch?

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Parece que fue ayer cuando, de repente, los relojes de muñeca dejaron de tener tres agujas y una esfera numerada del 1 al 12, y en vez de ello pasaron a tener unos numeritos en una pantalla. Relojes digitales o «relojes de cuarzo», los llamábamos. Desde entonces, se han ido produciendo innovaciones y mejoras (dotarlos de calculadora, cronómetro, horas en distintos países, juegos… incluso había uno que podía ser empleado como mando a distancia para el televisor), pero desde finales de los 70 y principios de los 80 hasta principios de siglo, las novedades fueron más bien escasas.

¿Y entonces qué? ¿Tiene o no tiene futuro el smartwatch? ¿Me compro (o regalo) uno estas navidades, o mejor me espero al año que viene? ¿Equipo a mis trabajadores con un reloj inteligente para mejorar su productividad o mejor les pongo un buen jamón en la cesta de Navidad? Es una pregunta lógica, a tenor de la poca implantación que han logrado estos dispositivos. Y la duda crece significativamente si, como ha hecho Computerworld, pretendemos recurrir a los principales analistas para intentar extraer alguna conclusión. Y es que ni siquiera ellos se ponen de acuerdo. Por ejemplo, a finales de octubre, IDC cifró las ventas de relojes inteligentes durante el tercer trimestre de 2016 en 2,7 millones de unidades, un 51% menos que el mismo periodo del año pasado. Un mercado que se hunde, por lo que parece. Sin embargo, esta misma semana la consultora Canalys ha publicado que las ventas de smartwatches durante el tercer trimestre de 2016 han sido de 6,1 millones, un 60% más que el mismo periodo del año anterior. Un crecimiento espectacular.

Al comparar la definición que ambas consultoras hacen de smartwatch, vemos que hablan del mismo tipo de dispositivo, por lo que es difícil entender esa disparidad. Es cierto que, para Canalys, las ventas de Apple Watch en este periodo fueron muy superiores a las que da IDC, pero ambas empresas juran y rejuran que sus datos son correctos. Así, mientras que una apunta a un claro descenso en las ventas (hundimiento, vaya) de estos dispositivos, la otra habla de un crecimiento sostenido en el tiempo. ¿Quién lleva la razón? Y, sobre todo, ¿nos podemos fiar de estos datos hasta el punto de interpretarlos como una tendencia?

Es demasiado pronto para eso, en realidad, todavía no podemos ver las diferencias entre trimestres como un claro indicador de la evolución a futuro de este mercado, sencillamente porque se trata de un mercado demasiado joven. Los fabricantes de relojes inteligentes no han conseguido, todavía, dar con la clave. Y la clave es lograr que el reloj inteligente deje de ser un simple complemento para el smartphone. Algo que se ha criticado de estos dispositivos, desde el principio, es que dependen de estar conectados permanentemente con el teléfono móvil para la inmensa mayoría de sus funciones. Así, gastarse unos cuantos cientos de euros en un dispositivo que lo único que hace es dar la hora y mostrarnos en su pantalla lo mismo que podemos ver en la del móvil, no resulta suficientemente atractivo para la mayoría.

Apple parece haberse dado cuenta de ello, y haber dado un primer e importante paso para corregirlo, incorporando un GPS en su Apple Watch Series 2. La nueva generación del smartwatch de Apple refuerza así sus funciones como complemento para quienes practican deporte y, por ejemplo, no quieren salir a correr con el móvil, pero sí que desean guardar información sobre las rutas que realizan. Sin duda, buena parte de la sombra que se ciñe sobre determinados fabricantes de wearables cuantificadores especialmente pensados para deportistas tiene que ver precisamente con eso, con que ahora el reloj inteligente de Apple ya es su competencia directa.

Ese es, y en eso sí que coinciden la mayoría de los analistas, el punto clave para el éxito o el fracaso del smartwatch, «desvincularse» del móvil y ofrecer algo más. Todos esperábamos ver, a lo largo de 2016, los primeros relojes inteligentes con conectividad 3G o 4G, pero de momento nada. Los smartphones fueron un éxito porque no dependían de otros dispositivos para realizar sus funciones, las tablets fueron un éxito porque no dependían de otros dispositivos para realizar sus funciones, los wearables cuantificadores fueron un éxito porque no dependían de otros dispositivos para realizar sus funciones… la clave parece estar bastante clara, ¿verdad?

De momento, en general las previsiones son moderadamente buenas, pero ahora (como siempre, en realidad) la pelota está en el tejado de los fabricantes, que deben ser capaces, como Apple ha intentado con su Series 2, de hacer que el smartwatch sea realmente inteligente, y no solo una segunda y pequeña pantalla del móvil. Porque para eso ya tenemos el móvil, ¿no?

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