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Cabify suma otro hito a su éxito

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Si una de las métricas que empleamos para valorar el éxito (o fracaso) de una actividad es el «ruido» que se genera alrededor de la misma, entonces resulta indudable que los servicios de coche compartido (car-sharing) han supuesto una auténtica revolución en lo relacionado con el transporte. Y es que no dejan de crecer en volumen de usuarios, realizan campañas de marketing cada vez más sorprendentes y, además, logran inversores que no dudan en apoyar económicamente el desarrollo y crecimiento de estos servicios. El último ejemplo de ello es Cabify, que acaba de cerrar una más que exitosa ronda de financiación, gracias a la cuál ahora sus arcas cuentan con unos nuevos cien millones de dólares, obtenidos de tres inversores: Rakuten, Seaya Ventures y Angel List, según podemos ver en Crunchbase.

Con esta nueva inyección de capital, la startup española ya suma 240 millones recibidos por inversores en un total de cuatro rondas de inversión, a los que hay que sumar los tres millones de dólares de los que disponían como capital semilla, a finales de 2012. Desde entonces y hasta hace poco más de un año, las inversiones fueron «modestas», ocho millones en abril de 2014 y otros doce en octubre de 2015. No obstante, esta última fue la primera de las participaciones del gigante del comercio online Rakuten, y que poco más de medio año después, en abril de 2016, se tiraría completamente a la piscina, con una inversión en solitario de 120 millones de dólares en la compañía española.

Así, la compañía ha crecido en empleados, conductores y en campañas de comunicación y marketing, como por ejemplo su colaboración con el evento Tech marketing 2017, de la que te informamos en MuyCanal. Con acciones como esta pretende competir (y lo hace muy dignamente) con otras empresas similares y, especialmente, con la gigantesca y siempre polémica Uber, que también está llevando a cabo este mes de mayo una acción promocional por la que se ofrece a los ciudadanos de Madrid la posibilidad de realizar todo tipo de desplazamientos, dentro de la M-3, por un importe fijo de cinco euros. Unas acciones dirigidas, sin duda, tanto a ganar el favor de todos sus potenciales nuevos clientes, como a mejorar su imagen, enturbiada sin duda por la enorme oposición que está desarrollando el sector del taxi, y que llega a acusar de ser ilegales estos servicios, pese a que son ofrecidos por conductores con licencias VTC, que sí que pueden llevar a cabo los servicios que ofrecen estas compañías.

En el centro de la polémica se encuentran las administraciones públicas, que por un lado, según informa El Español, tienen la intención de emitir este año 350 nuevas licencias de este tipo, que se sumarían a las más de 5.600 ya existentes, y por otra parte no hacen más que recibir las quejas del gremio de taxistas, y que acusa a estas empresas y los conductores de las mismas de ser ilegales (esto me lo han dicho, personalmente, varios taxistas) y de competencia desleal, por estar sometidos a menos regulaciones que el sector del taxi.

Este problema ha dado lugar a sucesos e incidentes, como las recientes huelgas por parte de los profesionales del taxi en las principales capitales españolas, o la execrable quema de nueve vehículos de Cabify en Sevilla, de la que sus conductores acusan al gremio del taxi de Sevilla, que tal y como informa El Mundo, ya habían experimentado una «cálida» bienvenida por parte de los mismos al llegar desde Madrid hasta la capital hispalense para reforzar los servicios de Cabify durante la feria de abril, un acto que se suma a las amenazas y presiones ya recibidas anteriormente por los conductores de Cabify y Uber, según llevan ya tiempo denunciando estos.

A este respecto, es indudable que el sector del taxi está sometido a un gran número de regulaciones, muchas de las cuales no afectan a los servicios como los ofrecidos mediante licencias VTC (si bien es cierto que también pueden realizar más actividades que los conductores de Cabify y Uber). Por otra parte, también deben hacer una enorme inversión para adquirir la licencia (en algunos casos y ciudades su coste es superior al de una vivienda), por lo que es comprensible que vean cualquier tipo de competencia como una peligrosa amenaza para su medio de vida. Sin embargo, es muy importante distinguir entre quienes operan de manera ilegal (como los»taxis piratas», vehículos particulares que, principalmente en estaciones y aeropuertos, se ofrecen a recién llegados por un importe inferior, al menos en teoría, al que les cobraría un taxista), de profesionales que ofrecen un servicio similar, pero que operan dentro del margen de la ley.

En el primer caso la persecución (legal, claro, no salvaje como la de Sevilla) es la mejor opción, pero de cara al segundo la única solución aceptable es buscar la manera (y seguro que la hay) de destacar frente a dicha competencia. Por ejemplo, desde hace algunos años las «carreras» en taxi desde y hasta el aeropuerto de Barajas, y con origen o destino dentro de la M30, tienen un coste fijo, una medida que ha logrado que más usuarios empleen el servicio, con la confianza y tranquilidad de saber de antemano cuánto van a pagar por el mismo. Eso es ser inteligentes y competitivos, y ese es el camino que deben seguir los profesionales del taxi para plantar cara a las empresas como Cabify, que están redefiniendo el transporte en las grandes ciudades.

 

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