En el futuro es posible que muchos de nosotros contemos con sistemas dotados de Inteligencia Artificial, que estén conectados con los sistemas de nuestros médicos y que permitan hacer un diagnóstico precoz de diversas enfermedades. Y todo sin tener que pedir una cita, desplazarse hasta un ambulatorio o un hospital, esperar fecha para hacerse unas pruebas y aguardar los resultados. El proceso puede ser tan sencillo como descubrir algo raro en la piel un día mientras nos preparamos en el baño para ir a trabajar, pedir a un asistente virtual que realice un escaneado de la zona y efectúe un primer diagnóstico.
El sistema entraría entonces en funcionamiento. Su cámara se encargaría de tomar fotos de la zona y de cruzarlas con otras de la biblioteca de imágenes que dicho sistema tenga de nosotros, así como con diversas bibliotecas con información médica de diagnósticos para problemas relacionados. Si el sistema no encuentra ningún problema, no pasa nada.
Pero si cree que sí es necesario acudir a un médico, se podría encargar de todo tras efectuar un diagnóstico con un porcentaje de precisión superior al 90%: pedir una cita con un especialista e incluso, siempre con el consentimiento de la persona, de enviarle las imágenes tomadas y los datos biométricos más recientes. En el proceso se han ganado semanas e incluso meses de pruebas y esperas.
Este escenario, que para muchos puede parecer algo del futuro muy lejano, podría no serlo tanto. Es posible que dentro de una década ya estén en funcionamiento este tipo de sistemas. Entonces se acentuarán los dilemas y la desconfianza que muchos sienten ante estos sistemas de Inteligencia Artificial. Pero con confianza o sin ella, tendrán que aceptar que la Inteligencia Artificial ya ha empezado a transformar la medicina, desde la gestión de registros sanitarios hasta los diagnósticos, pasando por un mayor control para el paciente sobre sus datos.
Eso sí, en el aire hay un dilema que para muchos es crucial: la Inteligencia Artificial ¿será un apoyo para los médicos o busca sustituirles? Lo primero genera un amplio rechazo entre el público en general (por supuesto, también entre los profesionales de la salud). Pero podemos estar tranquilos, puesto que es muy poco probable que esto llegue a suceder. Incluso en el escenario futurista que hemos planteado antes, el sistema pasa toda la información a un especialista para que confirme un diagnóstico que no es preciso al 100%, y para que decida el tratamiento que debe seguir el paciente, o si es necesario derivarlo a otro especialista.
Por tanto, un escenario que sí parece más probable es el de la llegada de sistemas avanzados de Inteligencia Artificial que se dediquen más a servir como apoyo a los médicos y especialistas. Así lo ve Dan Stevens, Responsable de productos de cuidado de la salud de Lenovo: «la gente quiere todavía tratar con un humano para comprobaciones antes de que cualquier diagnóstico realizado de manera algorítmica entre en acción«. Y los datos le dan la razón: la mayoría de personas no está dispuesta a confiar en un algoritmo para que evalúe sus necesidades. Incluso si lo hace un sistema de Inteligencia Artificial con una gran precisión a la hora de elaborar diagnósticos.
Por tanto, de aquí a 10 años, encontrar a la Inteligencia Artificial en más dispositivos wearables o de Internet de las Cosas relacionados con la medicina o en máquinas de diagnóstico que también serán más potentes será más que probable. Casi con total seguridad encontraremos a esta tecnología en todo el sistema sanitario. Pero siempre como apoyo de las tareas que lleven a cabo los humanos, no en sustitución de estos.
Scott Tease, Director de Computación de alto rendimiento e Inteligencia Artificial de Lenovo, señala al respecto que «la Inteligencia Artificial que suplante la experiencia, intuición y toque humano de un médico real está todavía muy muy lejos, si es que algún día llega. Pero la Inteligencia Artificial es ya una parte de la medicina y seguirá encontrando nuevos caminos para transformar la experiencia de pacientes y sanitarios«.