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Tras el COVID-19, la telemedicina acelera en España

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El médico, cada vez más a distancia. La crisis del coronavirus ha disparado en un 153% las consultas médicas on-line en España. Y es que según los datos de mediQuo, una de las startups de e-Health más importantes de nuestro país, debido al confinamiento y al cierre de muchos centros médicos de especialidades, el uso de aplicaciones de telemedicina ha acelerado su crecimiento en tiempo récord. Una gran cantidad de consultas por supuesto, han estado relacionadas con el COVID-19, pero según la compañía, en las últimas semanas también han crecido las consultas relacionadas con pediatría, ginecología, dermatología o psicología.

Es algo en lo que coincide Josep Satacreu, consejero delegado de DKV. «Hemos procesado más de 20.000 consultas durante el estado de alarma y la telemedicina ha supuesto más del 50%» explica. Lo han hecho a través de «Quiero cuidarme Más» una aplicación de videoconsulta que ha estado disponible de forma gratuita para todos los ciudadanos desde el inicio de la pandemia, y que ha contado a con la colaboración desinteresada de más de 800 médicos.

Lo cierto es que como cuentan la mayoría de los profesionales con los que hablamos, el COVID-19 lo que ha hecho ha sido acelerar el uso de soluciones tecnológicas que ya estaban creciendo a dos dígitos antes de la crisis sanitaria. Lo explica Rafael García, CEO de la startup Ever Health: «La adopción de la telemedicina en España ha sido lenta si la comparamos con otros países como Australia o Canadá donde es una realidad muy desarrollada. Sin embargo, en los últimos años estamos asistiendo a un importante crecimiento con nuevas plataformas y empresas que ofrecen telemedicina por todas las ventajas que ofrece. Nos permite reducir tiempos de espera, costes, evita desplazamientos innecesarios…»

Y en el caso de nuestro país, como recuerda Juan Manuel Vidal, director del sector asegurador y sanidad del Grupo CMC, «va a jugar un papel de claro protagonismo en la España despoblada, en áreas con una densidad de población baja y que no tienen una gran presencia de centros médicos».

 

Más allá de la videoconferencia

Para muchos de los que se aproximan a la telemedicina por primera vez, la medicina a distancia puede limitarse a chatear con un médico a través de una aplicación móvil, o en el mejor de los casos, a «pasar consulta» mediante una cámara web. Sin embargo, la telemedicina quiere ir y de hecho, comienza a ir mucho más lejos.

Cada vez más, los profesionales se sirven de la telemedicina para por ejemplo, la monitorización de pacientes a distancia. Esto permite controlar en sus casas a los pacientes con enfermedades crónicas. Para ello instalan en sus domicilios dispositivos que recopilan datos sobre niveles de azúcar en sangre, presión arterial y otros signos vitales. Los médicos pueden revisar estos datos al momento desde el hospital y decidir si es necesaria algún tipo de acción, como programar otro tipo de pruebas.

Como explica Vidal, de esta forma se «puede acelerar por ejemplo, la recuperación del paciente en un entorno familiar, reducir su exposición a infecciones e incrementar la capacidad de las camas en los centros hospitalarios. En el contexto actual, si se diera el caso de un rebrote del COVID-19 tendríamos la posibilidad de atender a muchos más pacientes en su entorno familiar llevando el control desde una plataforma». Es a este escenario al que apunta Ever Health ya que como afirma Rafael García, «además de la posibilidad de realizar videollamadas, entregamos un kit completo acompañado de una serie de dispositivos de diagnóstico. Los doctores por ejemplo, pueden auscultar en remoto al paciente en tiempo real».

Por ejemplo, con dispositivos como Tytocare. Desarrollado por la cooperativa médica Ondamédica, hablamos de un dispositivo similar a un teléfono móvil que permite al médico hacer una exploración física a distancia de máxima fiabilidad. El autoexamen del paciente envía al médico datos de precisión clínica sobre ruidos pulmonares y cardiacos, alertando de enfermedades detectadas por auscultación de esos órganos, así como imágenes de alta calidad, con fotos y vídeo, sobre el estado de la garganta, oídos, ojos y piel.

A la vez, tecnologías como la Inteligencia Artificial y todo tipo de wearables se suman a una nueva forma de curar. Julio Lorca, director de desarrollo digital de DKV, explica que «al combinar el uso de Inteligencia Artificial con los datos que puede proporcionar un wearable podemos adelantarnos a un posible evento médico (por ejemplo, un infarto), de modo que podemos intervenir de forma preventiva».

Es el caso de Rithmi. Este wearable, muy similar a un reloj inteligente, no solo permite monitorizar el ritmo cardiaco las 24 horas al día, sino que es capaz de detectar casos de fibrilación auricular, una de las arritmias más comunes y que pueden llegar a provocar un ictus.

Y no solo. Porque como recuerda Vidal, vamos a ver cómo esta combinación pronto se traslada a programas que monitorizan el estado de salud de los empleados: » A raíz del COVID-19 vamos a ver como cada vez más empresas se van a interesar por conocer el estado de salud de las personas con las que están trabajando, empleando por ejemplo un wearable en el que puedan identificar cambios significativos en sus parámetros básicos.»

La seguridad, ¿asignatura pendiente?

No debemos ignorar sin embargo que tan importante es la capacidad que tienen estas tecnologías para ofrecer un servicio de diagnóstico preciso, como hacerlo con seguridad, de modo que los datos privados de los pacientes no se vean comprometidos. No es una cuestión baladí si tenemos en cuenta que gracias al cloud se han popularizado las tecnologías de almacenamiento y envío de datos personales entre centros médicos (por ejemplo de pruebas de radiodiagnóstico), así como «portales del paciente» en el que los ciudadanos pueden consultar su historia clínica al completo.

No lo es cuando leemos informes como el desarrollado por Palo Alto Networks afirma que el 83% de los dispositivos de imágenes médicas están expuestos a los ataques cibernéticos o que la propia UE, a raíz del COVID-19 se haya «visto obligada» a redactar una directiva ad hoc que entre otras cosas, recuerda que las aplicaciones que por ejemplo, sirven para rastrear la expansión del virus, deben cumplir con la GDPR, «garantizando que los ciudadanos cuenten con la suficiente protección de sus datos personales, de modo que puedan confiar plenamente en estas soluciones digitales y utilizarlas sin reservas».

En este punto Luis Fernández, CEO de Salumedia Labs, nos recuerda que el riesgo más importante al que se enfrenta la telemedicina en estos momentos es el de ser capaz de garantizar su propia seguridad tecnológica. «Llama la atención -asegura- que más de la mitad de las aplicaciones médicas que hemos analizado no cumplan con criterios básicos de seguridad o que casi cada semana, estemos viendo cómo se filtran datos al no ser capaces de proteger la información de los ciudadanos.» Dicho de otra forma, o el ciudadano percibe que sus datos se almacenan con seguridad o dejará de crear en la promesa de la medicina a distancia.

El futuro de la telemedicina real

Hemos visto cómo la telemedicina parece haber conquistado el sector privado, pero lo cierto es que también empieza a dar pasos interesantes en la esfera pública. Lo ha hecho en países como Francia, donde desde hace dos años, sus ciudadanos cuentan con un servicio público de teleconsulta en Atención Primaria, o en Reino Unido, donde el NHS lo incluye entre las prestaciones esenciales del sistema.

Pero también en España estamos viendo cómo, tras algunos proyectos piloto, administraciones como la Generalitat valenciana han decidido poner en marcha su plan de extensión de la telemedicina con la instalación de 2.000 puntos de teleasistencia en los centros valencianos de salud, o en la Comunidad de Madrid, donde hospitales como el Clínico San Carlos, La Paz e Infanta Leonor comienzan a ofrecer videollamadas.

Su implementación masiva en el sector público sin embargo tiene en estos momentos dos muros que superar. El primero por supuesto, un coste que ha lastrado su desarrollo hasta ahora. El segundo y tal vez más importante, el de una legislación que históricamente ha ido un paso por detrás. Y es que como señala Luis Badrinas, CEO de Barcelona Health Club, «en estos momentos la Ley no permite que el primer acto médico con el paciente se haga de manera virtual. A esto hay que añadir que la prescripción del medicamento solo puede realizarse de forma presencial».

Con todo, para la mayoría de los expertos la telemedicina tiene un futuro brillante, y no solo en la privada. Así, Juan Manuel Vidal explica que «de aquí a cinco años, la medicina va a ser mucho más proactiva, más personalizada y se va a basar en la cantidad de datos que se tiene hoy en día de los ciudadanos. Vamos a ir un consumo de la medicina diferente, menos presencial», mientras que Rafael García va más allá, al asegurar que el «futuro de la telemedicina es desaparecer, puesto que pasará a ser parte de la medicina ordinaria. La mayor parte de los ciudadanos resolveremos nuestras dudas médicas a través de los canales digitales, que superarán a los presenciales en no muchos años.»

Periodista tecnológico con más de una década de experiencia en el sector. Editor de MuyComputerPro y coordinador de MuySeguridad, la publicación de seguridad informática de referencia.

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