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Un científico crea una máquina de votación de código abierto e inhackeable

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Un científico idea una máquina de votación de código abierto e inhackeable

Los procesos electorales siempre han estado en el punto de mira de los piratas informáticos y de la opinión pública. Incluso en las últimas elecciones celebradas en Estados Unidos, el candidato republicano Donald Trump hizo acusaciones a ciertos sectores de haber manipulado las elecciones.

Mientras el mundo luchaba por subsistir ante la pandemia de la Covid 19, el profesor de informática Juan Gilbert, de la Universidad de Florida, trabajaba incesantemente por hacer realidad su proyecto. Llevaba 19 años de pruebas, pero a finales de 2020 recibió un paquete que le permitiría crear la tecnología de votación más segura existente.

En su interior aparecía una caja transparente equipada con una pantalla táctil de 27 pulgadas a la que le fue aplicando cambios y mejoras. Le colocó una impresora y la conectó al dispositivo Prime III -sistema de votación en el que viene trabajando desde el mandato de George W. Bush-.

Empezó a enviar correos electrónicos a los críticos más respetados y vocales de la tecnología de la votación, como el científico de la Universidad de Princeton, Andrew Appel. A todos les mando el cometido de hackear su máquina y cambiar todos los votos al mismo candidato.

Gilbert quería descubrir el papel que poseen los dispositivos de marcación de papeletas en los procesos electorales. Recordar que la Ley Federal exige que los centros de votación posean una máquina que pueda atender a las personas con discapacidad. De ahí que al menos el 30% de los votos registrados en las elecciones generales de 2020 procediesen de este sistema.

La máquina de votación de Gilbert posee un software de código abierto y difícil de piratear, aunque ahora le queda la consigna más difícil: convencer a los votantes de que es segura.

El mercado de las máquinas de votación

¿Sabían que la industria de las máquinas de votación genera 300 millones de dólares anuales? La dominan los tres proveedores principales: Election Systems & Software, Dominion Voting Systems y Hart InterCivic.

Normalmente estos dispositivos escanean las papeletas, aunque también existen sistemas electrónicos que registran directamente los votos. Las máquinas de votación (BMD) llegaron con la aprobación de la Ley Help America Vote. A partir del 2000, todos los colegios electorales debían contar con estas máquinas para personas con discapacidad partiendo de los 3 millones de dólares cedidos a los estados.

Es cierto que las BMD surgen para proporcionar seguridad y accesibilidad (física y lingüística), pero también polémica. En el condado de York (Pensilvania) se intentó una iniciativa para eliminar las máquinas de votación, así como en otros estados como Arizona, Kansas, Oregon o Michigan, donde existen juicios pendientes sobre la confiabilidad de éstas. En Michigan se investigará si el candidato republicano a fiscal general uso en 2020 de forma ilegal las máquinas para realizar pruebas.

Los más escépticos

Expertos en seguridad informática como Andrew Appel han cuestionado la tecnología de votación. En 2009 instaló ante un tribunal de Nueva Jersey un software para robar votos en una máquina en solo siete minutos empleando únicamente una ganzúa y un destornillador. Por eso recomienda que en cada proceso electoral se cambien los códigos de la BMD.

Las empresas de máquinas de votación se defienden con la idea de que todas las máquinas dejan un rastro en papel que se puede auditar y que permite detectar incidentes. Ya en septiembre de 2016 Appel presentó un escrito ante el Congreso para solicitar la eliminación de las máquinas urgentemente.

A pesar de todo, hay expertos como Harri Hursti (cofundador de Voting Machine Hacking Village en DEF CON) que ya intentaron esta idea con anterioridad, pero el código de las máquinas era secreto, a diferencia del de Prime III.

El caso es que Gilbert no ha encontrado aún informáticos que quieran desafiar su máquina. Unos le han dado excusas de que se habían jubilado, otros por enfermedad u otros porque ni siquiera habían recibido la notificación. Tras la presión de Undark, Hursti ya sí se mostró partidario de incluir la máquina de Gilbert en la convención del próximo año.

Appel se negó a probar la máquina afirmando que no tenía los recursos para probarla, aunque se muestra escéptico ante la imposibilidad de piratearla. El sistema requiere que los votantes revisen sus votos, algo que Appel vio como un filón para que se pueda escribir mal deliberadamente. También vio la posibilidad de que un trabajador electoral pudiese manipularla.

Dan Wallack, científico informático de la Universidad de Rice, aseguró que era un paso prometedor, aunque dudaba sobre la durabilidad de las piezas de la máquina.

Ben Hovland, comisionado de la Comisión de Asistencia Electoral, asegura que si las máquinas se compraron hace poco y la jurisdicción de HAVA se fijó, es posible que los estados no busquen nuevas máquinas hasta dentro mínimo de diez años.

El sueño de Gilbert

Juan Gilbert estudió en la Universidad de Miami y nunca pensó que podría llegar a convertirse en el primer profesor afroamericano de informática, pero lo consiguió en 2001 en la Universidad de Cincinnati. Ahora la mayoría de los estudiantes de posgrado del Computing for Social Good Lab son mujeres y afroamericanos. De hecho el propio Gilbert organiza actividades divulgativas como la Sociedad Nacional de Ingenieros Negros.

En su laboratorio trabaja uno de esos alumnos que siguió sus pasos; Jean Louis. Juntos trabajan en proyectos como Applications Quest, un sistema de inteligencia artificial que trata la diversidad en contrataciones, o Virtual Traffic Stop, que permite a los agentes de policía hacer una videollamada con el conducto al que acaban de detener.

En 2003 el equipo de Gilbert lanzó el primer prototipo de Prime III, lo cual permitió a los votantes usar las pantallas con auriculares y micrófonos, incorporó papeletas con imágenes e incluso aplicó un sistema de paletas y mejoró la detección de la voz de los votantes, acomodando a las personas con discapacidad.

En 2018 ideó el software Prime III en New Hampshire y en Butler (Ohio). La máquina posee elementos de seguridad distintivos como la pantalla transparente, que permite ver el voto en tiempo real y detectar anomalías. Al estar encerrada en vidrio evita que pueda ser perpetrada por una unidad USB. Todo además queda almacenado en un disco Blu-Ray de solo lectura, y no en un disco duro que puede ser manipulado. A esto se le suma que la máquina se reinicia después de cada voto emitido.

En agosto de 2003, Walden O’Dell, director ejecutivo de Diebold, empresa fabricante de las máquinas electorales, afirmó que estaba comprometido en ayudar a Ohio a entregar sus votos al presidente del próximo año; venció W. Bush.

En 2007, el proveedor de máquinas Smatmatic vendió su subsidiaria estadounidense para acabar con la revisión implantada por el Comité de Inversión Extranjera en los Estados Unidos sobre si la empresa tenía vínculos con el gobierno venezolano.

En California, un equipo encargado por la entonces secretaria de estado, Debra Bowen, detectó problemas con una de las máquinas y percibió que cualquier votante podría borrar los registros anteriores, y decidió suprimir las máquinas.

Tal vez Gilbert tendría que hacer un desembolso de miles de dólares para someter sus máquinas al proceso de certificación, pero el pelea por encontrar un hacker dispuesto a probar su máquina.

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