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La seguridad de los coches conectados, un gran negocio

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Cualquier cosa, la que sea, en el momento en el que tiene integrado un sistema electrónico, es susceptible de sufrir algún tipo de ataque, se produzca este con las intenciones que sean. Y sin duda la industria del motor está viviendo su particular sprint para ver quién es capaz de tener el coche más conectado e inteligente del mundo. Como menciona hoy Computerworld, muchos de los modelos producidos actualmente cuentan con decenas de sistemas integrados y, en su conjunto, se ha establecido la media de cien millones de líneas de código para controlar los mismos. ¿Y cuál es el dato relacionado con la seguridad que da tanto susto? Pues que (volvemos a hablar de medias ponderadas) se calcula que hay unos quince bugs por cada mil líneas de código. Fallos que, en algunos casos, pueden convertirse en una puerta para que los ciberatacantes logren colarse en el sistema y hacerse con el control del mismo. Y esto, cuando los coches contaban con esos sistemas pero eran autónomos suponía un riesgo moderado, pero con la perspectiva de que en un futuro cercano estarán total y permanentemente conectados a Internet, eleva la amenaza a un nivel mucho más preocupante.

Y es que hay razones para preocuparse por la seguridad. La consultora Navigant Research no duda al afirmar que el volumen de ataques a los coches conectados va a crecer de manera exponencial, y seguramente también lo hará el nivel de dichos ataques. No es que hasta ahora haya sido solo un «juego de niños», pero hasta ahora la relación esfuerzo-beneficio no compensaba a los delincuentes, algo que empieza a cambiar desde hace poco. La muestra de ello es, por ejemplo, el hackeo que sufrió la versión de 2005 del popular Jeep Cherokee, un ataque que demostró que hay más puertas abiertas de las que podíamos haber pensado.

Desde dicho ataque, los fabricantes han redoblado sus esfuerzos, hasta el punto de convertir la seguridad de los sistemas electrónicos y conectados en una de sus prioridades. Sin embargo, y por muchas ganas que le pongan, carecen por completo del nivel de conocimiento y experiencia en seguridad necesarios para afrontar, por sí mismos, tamaña amenaza. Y aquí aparece, precisamente, una interesante oportunidad de negocio en la que ya han reparado algunas de las principales empresas del sector de la seguridad. Esta misma semana se ha celebrado, en Detroit (la Motown, ¿dónde si no?) el ciclo de conferencias TU-Automotive Detroit, un encuentro en el que han participado empresas de seguridad como Symantec, con la intención de llegar a los fabricantes de la ciudad del motor y, a través de ellos, a todos los sistemas de los vehículos que fabrican.

El hacker puede bloquear remotamente tu coche

Las amenazas son múltiples, y todas dan mucho, pero mucho miedo. Desde, por ejemplo, un ciberdelincuente que bloquea remotamente tu coche y te exige el pago de un rescate para poder desbloquearlo (algo similar al ransomware del que tanto hablamos de un tiempo a esta parte) hasta, llegado un momento en el que estos coches sean la mayoría, bloquear la circulación de toda una gran ciudad con el fin que sea.

Es un buen momento, por tanto, para las grandes firmas de seguridad, pero también para las start-ups que hayan surgido precisamente a la sombra de esta amenaza de seguridad. O incluso, si corren un poco, a las que todavía no han nacido como tales pero ya están en la cabeza de algún emprendedor en ciernes. No es descabellado afirmar que, en pocos años, los coches conectados serán uno de los principales objetivos de los ciberdelincuentes. Y con la cada vez más cercana llegada de los coches autónomos, y sus conexiones permanentes a la red de redes, va a ser necesario que los fabricantes toquen todas las puertas, exploren todas las posibilidades y, en resumidas cuentas, integren tantos sistemas y medidas de seguridad como sean necesarias.

Y no solo por la seguridad de sus clientes, que evidentemente debe ser el principal factor al respecto, sino por ellos mismos. Un problema de seguridad en el modelo X de determinado fabricante se convertirá, sin duda, en una crisis de imagen que seguramente se traduzca en descrédito y, por lo tanto, en menos ventas.

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