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La interesante historia de los teclados qwerty

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Máquina de escribir Qwerty

Hay un momento, en la vida de todo usuario de ordenadores, en el que surge una duda: ¿Por qué las teclas tienen la distribución que tienen?. Y es normal preguntárselo, porque de un primer vistazo la colocación de las letras parece totalmente arbitraria. Tanto es así que, como recuerda hoy Cnet, hace ya años que tanto esta distribución como la propia forma de los teclados son puestas en duda y consideradas poco o nada eficientes y, lo que es peor, nocivas para la salud.

Pero, ¿de dónde y por qué qwerty? El origen se remonta, claro, a las primeras máquinas de escribir. A diferencia del origen concreto de la primera máquina, que se atribuye a diversos inventores y fabricantes, la distribución de las letras en el teclado sí que está firmada con nombre y apellidos, Christopher Latham Sholes. Y su primera aparición pública se produjo un día como hoy, 1 de julio, de 1874, hace 142 años nada menos. La primera patente registrada por Sholes sobre el teclado se remonta a varios años antes, concretamente a octubre de 1867, si bien tuvo que evolucionar bastante hasta llegar a su diseño «definitivo» (que, en realidad, tampoco lo fue, claro).

Por ejemplo, un año antes, presentó una distribución, que podríamos llamar qwe.ty, y que atendía a este patrón:

2 3 4 5 6 7 8 9 – ,
Q W E . T Y I U O P
Z S D F G H J K L M
A X & C V B N ? ; R

El siguiente modelo, de 1874, sí que es ya qwerty, con algunos cambios menores. El más llamativo de ellos, sin duda, es que carecía de 0 y de 1 (al igual que la distribución de 1873). ¿El motivo? Economizar. Poner dos teclas menos, con sus respectivas varillas, suponía una cierta reducción de coste. Y, para suplir la carencia de ambos dígitos, se podían emplear, respectivamente, la o (letra) y la i (letra) en mayúsculas.

Esto responde al «de dónde», pero seguramente te preguntes el por qué. Si has empleado (o al menos visto) una máquina de escribir mecánica (no eléctrica ni electrónica) recordarás que cada tecla tiene una varilla metática y, al pulsar la tecla, esta se mueve para golpear con cierta fuerza la cinta impregnada en tinta que, al otro lado, tiene el folio en el que se impresiona la letra. Un golpe que recuerda un poco al de un martillo sobre una superficie, razón por la cual escribir a máquina era denominado «martillear» en ciertos ámbitos. El problema, y esto nos ha pasado a muchos, es que si escribías demasiado rápido, en algún momento las varillas de dos teclas podían coincidir en el punto más cercano a la cinta de tinta, quedándose enganchadas una con la otra. Y este problema es más común, cuanto más cerca están una de otra las varillas que se quedan enganchadas. Y aunque no es un problema grave, puesto que basta con empujarlas suavemente con la mano hacia atrás y vuelven a su posición inicial, sí que es una pérdida de tiempo en una herramienta que, en teoría, sirve para escribir muy, muy rápido. Por eso, precisamente para reducir ese riesgo, Sholes diseñó qwerty, procurando separar las letras que se solían concatenar de manera habitual en inglés, para reducir al máximo posible los solapamientos de varillas.

Hay, no obstante, una leyenda que afirma que esa fue una de las razones de la actual distribución, pero no la única. Y aunque no está probada, reconozco que me encanta, así que no puedo dejar de contarla. En aquellos momentos, entre mitades y finales del siglo XIX, la máquina de escribir era, todavía, un dispositivo bastante novedoso y caro, por lo que no resultaba fácil venderlo. Los comerciales que visitaban las empresas tenían que hacer demostración de su uso y funcionamiento, y una palabra que (obviamente) escribían siempre en las mismas era «maquina de escribir». En inglés, claro. ¿Cómo se escribe máquina de escribir en inglés? Typewriter. Y ahora, prestemos atención a las letras de la fila superior de un teclado qwerty: q w e r t y p. Sí, efectivamente, la palabra puede ser escrita solo con las teclas de la fila superior que, en principio, es la más accesible ¡y a la que mejor llegan las yemas de los dedos!

 

 

 

Imagen: Fred Guillory

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