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Procesadores Intel Core de sexta generación: cuando invertir es ahorrar

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Intel Core Sexta Generación

¿Se puede ahorrar dinero tomando, como primera medida, la asunción de cierto gasto? En un análisis muy primario puede parecer que no (¿ahorrar gastando?) pero, en realidad, basta con llevar a cabo un análisis un poco más profundo para empezar a extraer conclusiones que nos demuestran que sí que es así. Y es que, en muchas ocasiones, mantener infraestructuras y sistemas que ya rozan la obsolescencia (o ya han entrado de lleno en ella) puede salir muy caro, por diversos motivos.

El tecnológico es, probablemente, uno de los campos en los que la fórmula «inversión = ahorro» tiene más cabida, puesto que la constante innovación que se produce en el mismo mejora la eficiencia, añade nuevas funciones y mejora, en gran medida, muchas de las ya existentes, lo que al final se traduce en que podamos sacar mucho más partido a nuestro tiempo que, al final, termina siendo lo más valioso de todo.

A este respecto hoy hemos querido fijarnos en la sexta generación de procesadores Intel Core, que tanto con su evolución como con sus múltiples novedades se convierte en un ejemplo perfecto de lo que estamos hablando, es decir, de cómo una inversión efectuada ahora, se puede traducir (y seguro que lo hará) en un gran ahorro (superior, en gran medida, a la inversión realizada) en un plazo de tan solo dos años. Pero, ¿por qué?

Productividad: Ya lo mencionaba antes, pero es un aspecto en el que hay que incidir, pues es de importancia capital para las empresas: el tiempo. Más concretamente, el tiempo de su fuerza de trabajo. Ya hablemos de pymes o de grandes corporaciones con miles de empleados, optimizar los recursos para que las labores de sus trabajadores cundan al máximo es, no ya algo recomendable, sino imprescindible. A este respecto, y según datos manejados por Intel, en la actualidad hay unos 500 millones de sistemas con más de cinco años de antigüedad y que todavía son empleados en entornos laborales/profesionales. ¿Y en qué se traduce esto? En una más que importante merma de rendimiento.

Hay un ejemplo, a este respecto, que resulta paradigmático, y que a muchísimas personas les resultará de los más cercano: a medida que va pasando el tiempo, los ordenadores tardan más en arrancar. Esto, en parte, se debe a la degradación propia del sistema operativo y del resto de software del sistema, por lo que una solución parcial es efectuar reinstalaciones completas del mismo cada cierto tiempo (un proceso que puede llevar una o dos horas por sistema). Por otra parte, el software evoluciona, y el hardware de estos sistemas se va quedando, poco a poco, «pequeño» para los requisitos de los nuevos operativos, aplicaciones, etcétera, y aquí ya ni siquiera vale la solución que mencionaba antes.

En resumen, los ordenadores se vuelven más lentos y, por ejemplo, encenderlo puede llegar a cobrarse hasta cuatro minutos. Cuatro minutos diarios que, a lo largo del año, se convierten en 17 horas por empleado. Dicho de otra forma, cada empleado dedica aproximadamente media semana al año a encender su ordenador. Con los nuevos sistemas basados en procesadores Intel Core de sexta generación, trabajando en conjunto con Windows 10, el tiempo de encendido del sistema (desde un apagado completo) se reduce a 20 segundos. Y si hablamos de «despertar» un sistema, la operación es virtualmente instantánea, pues en condiciones normales se efectuará en tan solo medio segundo.

Esto solo hablando de una operación tan básica como el encendido, pero hay mucho más. Pongamos otro ejemplo, ¿qué se estropea más, un coche que tiene diez años o uno que acaba de salir del concesionario? Las labores de soporte y mantenimiento suponen un doble coste a las empresas. Por una parte, claro, el del propio servicio técnico (ya sea interno o externo), que debe ser dimensionado adecuadamente para cubrir todas las necesidades e incidencias que se dan en las empresas. Y, por otra parte, el tiempo de trabajo del empleado que, por los problemas en su sistema, no puede dedicar a realizar sus funciones. A una media de diez incidencias por sistema-usuario por año, y un tiempo medio de resolución (desde que es comunicada hasta que se resuelve) de 90 minutos, sumamos otra media semana por cada trabajador al año.

Y ahora hablemos de la madre del cordero de este asunto: el rendimiento. El volumen medio de datos con los que trabaja un empleado ha crecido de manera exponencial en los últimos años. Y lo mismo ocurre con sus orígenes y con las salidas que debe generar. Consecuentemente, es imprescindible que el rendimiento de un sistema no se convierta en un cuello de botella que disminuya la productividad del trabajador. Pruebas de laboratorio realizadas por Intel apuntan a que el cambio de un sistema con cinco años de antigüedad por uno nuevo equipado con un procesador Intel Core de sexta generación se traduce en un incremento en el rendimiento de un 250%. Esto, sin duda, acaba por completo con ese problema.

¿Seguridad y ahorro?

Seguridad: ¿Hay relación entre la seguridad y el ahorro? ¡Sin duda! ¿O es que las consecuencias de sufrir un ataque exitoso no pasan factura? Ser víctimas del ramsonware puede hacer que tengamos que desembolsar unos cuantos miles de euros para recuperar nuestra información; un ataque destinado a hacerse con el control de nuestros sistemas puede reducir temporalmente nuestra productividad a cero; el espionaje industrial (que también se vale, y cada vez más, de los ciberataques) puede arruinar toda nuestra estrategia comercial; un robo y filtración de nuestros datos se traducirá en una crisis de imagen difícil de resolver… Y cualquiera de estos casos (y otros muchos) son muy costosos en tiempo y en dinero.

Así, dotar a los sistemas de los mejores sistemas de seguridad es casi una obligación para cualquier director de sistemas, CTO, CIO, etcétera. Sin embargo, hay que hacerlo de manera que estos no penalicen la productividad. Por ejemplo, resultaría bastante seguro que fuera el propio responsable de sistemas el que se encargara de encender, uno a uno, los ordenadores de todos los trabajadores, y de introducir en los mismos las claves de seguridad necesarias para dicha operación. Pero el coste en tiempo es inasumible. Es decir, que la clave está en encontrar la conjunción perfecta entre varios sistemas muy seguros, con medidas de seguridad que no nos devuelvan a esos tiempos de inicio del sistema de cuatro minutos.

Para tal fin, la sexta generación de procesadores Intel Core, en conjunción con la tecnología Intel Authenticate, ofrecen un sistema de autentificación de hasta tres factores por inicio de sesión, pero que resulta particularmente rápido. ¿Y en qué consiste? Como la propia empresa lo define, se trata de combinar algo que sabes, algo que tienes y algo tuyo. ¿Algo que sabes? Una contraseña. ¿Algo que tienes? Un dispositivo. ¿Algo tuyo? Tu huella dactilar. Combinar claves, autentificación mediante un dispositivo de confianza e identificación biométrica (tres elementos de los que cada trabajador dispone de manera constante e instantánea) dan lugar a un inicio de sesión realmente seguro (pues ya no está sujeto a la amenaza del robo de credenciales, que es el sistema más común de ataque a las empresas) y, al tiempo, se mantiene en el paradigma de los inicios de sesión muy rápidos.

También cabe destacar la optimización, a nivel de hardware, de los procesadores Intel Core de sexta generación, con algunas de las novedades de seguridad de Windows 10, entre las que destaca Trusted Boot. Con esta tecnología, los sistemas son capaces de prevenir que el malware se ejecute y ofusque en el propio sistema operativo durante el inicio del mismo, evitando así ser detectado por las soluciones de seguridad. O el cifrado de los datos en el disco mediante BitLocker, que impide que los datos almacenados en un disco duro puedan ser vistos aunque este se desconecte del ordenador en el que está instalado  y conectado a otro sistema. Y algo que gusta especialmente a los administradores con usuarios un poco «rebeldes»: Device Guard, con el que es posible determinar que software se puede instalar y ejecutar en cada sistema. Esto impide que cada usuario pueda ejecutar software no seguro en sus equipos, comprometiendo la seguridad de los mismos.

Movilidad: Hace ya tiempo que, para muchos perfiles profesionales, se acabó lo de pasar la jornada laboral en su escritorio frente al PC. El profesional de hoy en día trabaja en la oficina, y en la calle, y en un taxi, y en un workcenter, y en una sala de reuniones y… sí, la lista es inacabable. Así, son necesarias soluciones tecnológicas que se adapten a este nuevo escenario de movilidad, en el que los sistemas de sobremesa van perdiendo terreno frente a los portátiles y a los muy prácticos sistemas 2 en 1, que combinan las posibilidades de un portátil y de una tablet.

 Intel Core de sexta generación

La sexta generación de procesadores Intel Core está optimizada para este tipo de dispositivos, tal y como queda demostrado por la gran cantidad de fabricantes de primera línea que han decidido incorporarlos en sus dispositivos. Las razones son múltiples, pero destaca entre ellas sin duda que la mejora en el rendimiento va acompañada, por sorprendente que parezca, en un considerable ahorro en el consumo. Por ejemplo, gracias a su optimización, hay dispositivos 2 en 1 con procesadores de alto rendimiento que emplean, únicamente, sistemas de disipación pasivos. Y es que la eliminación del ventilador (principal dispositivo de disipación activa del calor) evita el consumo eléctrico del mismo y, al tiempo, contribuye a reducir el tamaño y peso.

Así, es posible encontrar desde grandes portátiles de alto rendimiento, con prestaciones que nada tienen que envidiar a las de los sistemas de sobremesa, hasta compactos y polivalentes dispositivos 2 en 1 que, en todos los casos, se benefician de las novedades y mejoras en cuestión de ahorro energético de la última generación de Intel Core.

Coste total de propiedad: ¿Puede la inversión en un nuevo dispositivo reducir el TCO y, por lo tanto, traducirse en ahorro? Desde luego, y la clave para ello son los dispositivos 2 en 1. Con la llegada de las tablets, muchas empresas apostaron por dotar de estos dispositivos a sus empleados, para que las emplearan en conjunción con sus portátiles y/o sistemas de sobremesa. Esto, aunque una buena solución en su momento, supone la inversión en dos dispositivos que, además, en muchos casos, no son plenamente compatibles entre sí. Por ejemplo, si hablamos de un ordenador con Windows y una tablet con Android o iOS, será necesario adquirir software específico para ambas plataformas, invertir en sistemas capaces de «relacionar» ambos, tener un soporte técnico que dé servicio a distintas plataformas… costes, costes y más costes.

Así, apostar a día de hoy por un dispositivo 2 en 1 de última generación con un procesador Intel Core de última generación elimina todos esos problemas: ya no es necesario adquirir software y apps específicos para cada plataforma, el soporte técnico se puede centrar exclusivamente en Windows 10 y, además, el responsable de administración de los sistemas de la empresa solo se tendrá que preocupar del correcto funcionamiento de un dispositivo por empleado, no de dos. Y tener a un responsable de informática que no debe centrar todo su tiempo de trabajo en resolver problemas, permitirá que pueda centrarse en mejorar la infraestructura existente, explorar nuevas posibilidades y, por lo tanto, contribuir de manera muy activa al crecimiento de la empresa.

Y ahora repito la pregunta que formulaba al principio: ¿Se puede ahorrar dinero tomando, como primera medida, precisamente la asunción de cierto gasto? Absolutamente sí, siempre que la inversión sea la adecuada. E invertir en ofrecer a los empleados las mejores herramientas de trabajo, ya seas una pyme o una enorme multinacional lo es.

Contenido patrocinado por Intel.

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