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La computación en el extremo, o Edge Computing, crecerá cada año un 41% hasta 2025
La computación en el extremo, o Edge Computing, va a crecer de aquí a 2025 un 41% cada año. Así lo aseguran los expertos de la estadounidense Vertiv, empresa encargada de potenciar, entre otras cosas, aplicaciones que aseguren el mantenimiento de la conexión sin que haya fallos en la nube, y de cuyas cifras se han hecho eco en Efe.
Según estos datos, el tráfico IP a nivel mundial en 2021 será el triple que en la actualidad. Y el de los smartphones se va multiplicar por 7 para entonces. En ambos casos, un aumento significativo, si tenemos en cuenta que ya venimos de un aumento notable producido entre 2016 y 2018. El 90% de los datos actuales se han generado en dicho periodo.
El Edge Computing ya es una parte imprescindible del e-commerce. En efecto, según datos de Amazon con los que cuentan en Vertiv, un retraso de 10 milisegundos en una operación durante el proceso de pago puede acarrerar unas pérdidas del 1% de facturación. Sumadas todas estas pérdidas, llegarían a los 4.000 millones de dólares anuales.
Pero el comercio electrónico no es el único sector en el que la computación en el extremo ha llegado a ocupar un papel destacado. Plataformas de streaming de vídeo, como YouTube o Netflix, la utilizan en diversas situaciones. Por ejemplo, en la incorporación de servidores de tamaño ajustado en el que almacenan lo que más reproducen los usuarios de una región determinada. De esta manera se lo sirven desde dichos servidores, y reducen a la mínima expresión los fallos en el servicio, o directamente los eliminan.
Pero estas no son las únicas áreas en las que se va a utilizar el Edge Computing en el futuro. Su uso también se va a diversificar en los próximos años, ya que comenzará a utilizarse en varios nichos de mercado. Fundamentalmente en cuatro tipos de aplicaciones: las de uso intensivo de datos, las sensibles a la latencia humana, las sensibles a la latencia máquina-máquina y las consideradas de suma importancia para la vida.
Así, entre sus principales aplicaciones a corto y medio plazo están la salud digital (por ejemplo, en telecirugía), la movilidad (coches conectados y con cierta autonomía), los drones y la puesta en marcha de robots autónomos. En todas ellas se podrán aprovechar sus ventajas, entre las que destaca el aumento de la rapidez de respuesta con respecto a otros sistemas.
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