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Cómo con Robert Swan, Intel volvió a encontrar su camino

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Cuenta el New York Times que los dos últimos años no han sido precisamente tranquilos en Intel. En junio de 2018, la junta directiva de la multinacional invitaba a su CEO, Brian Krzanich a dejar la compañía tras revelarse que había mantenido una relación sentimental con una de sus empleadas, algo que prohíbe el código de conducta de la empresa.

Fue una tormenta. Kraznich formaba parte de Intel desde 1982 y ocupaba la posición de CEO desde 2013. Su remuneración, que alcanzaba los 21 millones de dólares al año, era una de las más altas entre las cotizadas de Wall Street. Así que mientras en Intel se afanaban en encontrar un nuevo CEO, Robert Swan que hasta entonces ocupaba la posición de CFO de la compañía, asumía el mando de forma interina, puesto en el que acaba por ser confirmado en enero de 2019.

Un sólida proyección financiera

La mejor noticia con la que se encontró Bob Swan casi antes de asumir el nuevo cargo es que en el terreno de los resultados financieros, 2018 fue un gran año para la compañía. Con una facturación de 70.800 millones de dólares, la empresa estableció un nuevo récord anual, creciendo en más del 13% con respecto a 2017.

Así siendo aún CEO interino, declaró que “2018 fue un año verdaderamente notable para Intel, con ingresos récord en todos los segmentos de negocio, así como beneficios récord, que llegan a medida que transformamos la empresa para perseguir nuestra mayor oportunidad de mercado hasta ahora”.

Y en 2019 con Swan plenamente asentado en la dirección de la empresa, los resultados siguieron acompañando, con unos resultados para su tercer y cuarto trimestre que superaron los resultados de los analistas, al verse impulsados por las buenas ventas experimentados por su división de chips para centros de datos.

Pero pese a a que los números parecen cuadrar, Swan no tarda en descubrir que la Intel que hereda de Krzanich es muy diferente al imperio construido por Andrew Grove (CEO y presidente de Intel entre 1979 y 1997). Y es que como explica el New York Times, lo que se encuentra es una empresa en la que falla la comunicación entre los equipos de ingenieros, tiene una cultura corporativa excesivamente burocrática y obsoleta y lo que es peor, sufre a la hora de cumplir con sus propios objetivos estratégicos…a la vez ve “por el retrovisor” cómo compañías asiáticas como TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company) mucho más abiertas a la colaboración con clientes y otras empresas amenazan parte de su negocio…por no hablar de Qualcomm.

A esto hay que sumar que el coronavirus y su impacto en el conjunto de la industria tecnológica puede marcar un punto de inflexión y comienza a configurarse como una amenaza seria. Porque aunque nadie lo reconoce de forma abierta, existe preocupación por una posible ralentización del negocio, toda vez que solo el mercado chino ha representado el 28% de unos ingresos de 72.000 millones de dólares en 2019.

La frustración tenía un nombre: 10 nm

Nada ejemplifica mejor esa cultura corporativa que ya no funciona como solía hacerlo que cuando miramos el terrible “dolor de cabeza” que ha supuesto para Intel todo el proceso de fabricación de chips sobre los famosos 10 nanómetros (nm). Para comprenderlo, hay que viajar hasta el año 2015.

Es en ese año cuando los ingenieros de la multinacional empiezan a dar señales de que no serán capaces de cumplir con la Ley de Moore, una de las señas de identidad de la casa y que afirma que el número de transistores que hay en un chip puede duplicarse cada dos años.

La mayoría de los fabricantes esperaban que fuese ese año en el que el fabricante de chips entregase los primeros desarrollos basados en estructuras de 10 nm pero en cambio, distintos problemas de producción retrasaron un lanzamiento que aún a día de hoy no se ha llegado a materializar en procesadores de alto rendimiento.

De hecho, Intel solo consiguió estrenarse en los 10 nm en 2018 con Cannon Lake, pero únicamente en procesadores Intel Core i3 y un año más tarde, “repitió la jugada” con Ice Lake sobre las series U e Y, es decir las de bajo consumo. Dicho de otra forma, la compañía afirmaba por un lado que estaba lista para dar el salto, pero por otro lado, no acababa de darlo. Y la historia sigue. Porque si tenemos en cuenta que este año lo que está previsto es el lanzamiento de Comet Lake (14 nm+), es probable que como mínimo tengamos que esperar hasta finales de este año, o principios del año que viene para que la compañía lance sus procesadores más potentes sobre esta infraestructura.

No hablamos de un tema menor. Los problemas de producción que han afectado a la multinacional han dado pie a la rumorología, que ha llegado incluso a especular sobre la posibilidad de que la compañía fuese en capaz en algún momento de cumplir con ese objetivo. Es así cómo hace unas semanas la empresa tuvo que salir al paso con un comunicado público en el que afirmaba que “Intel sigue trabajando para completar la plataforma Whitley, empezará la producción de la serie de procesadores Cooper Lake en el primer semestre de 2020, seguida de la producción de Ice Lake en el segundo trimestre de 2020. También están acelerando sus planes para complementar la entrega de Whitley con la de Rapids Sapphire en 2021?.

Del iPhone 5G a vender su división de módems

No ha sido sin embargo el de los 10 nm el único quebradero de cabeza al que ha tenido que enfrentarse la empresa en el último año. El más “mediático” y doloroso para muchos ha sido sin lugar a dudas la venta de su división de módems para dispositivos móviles. La compañía que había conseguido convertirse en proveedor de Apple para ese futuro iPhone 5G en el que ambas empresas llevaban meses trabajando, veía cómo el acuerdo al que los de Cupertino llegaba con Qualcomm para poner fin a su disputa judicial, amenazaba con dejarle fuera de juego.

A partir de ese momento se precipitaron los acontecimientos y tras un rápido tira y afloja Apple e Intel llegaban a un nuevo acuerdo de “entendimiento”: Apple pagaría 1.000 millones de dólares para adquirir la mayoría de del negocio de módems de Intel y s 2.200 nuevos empleadode la empresa de chips pasarían a engrosar la plantilla de los de Cupertino. No es lo que en realidad Intel quería. Y hace unos días lo dejó muy claro cuando declaró ante la FTC que “Qualcomm realmente ‘estrangula’ a su competencia con sus patentes y los royalties asociados a ellas.

En este sentido, Steven R. Rodgers, vicepresidente ejecutivo y asesor general de Intel fue contundente. En su comparecencia el directivo explicó que Intel invirtió miles de millones de dólares, contrató a millares de personas, compró incluso a dos empresas y trabajó duro para poder crear soluciones innovadoras con las que entrar en el mercado de los módems de alto rendimiento para dispositivos móviles, pero cuando logró todos sus objetivos no pudo sortear esos muros que Qualcomm impone para evitar la libre competencia.

Una cultura renovada

Como suele decirse, lo que no te mata te hace más fuerte. Y pese a las dificultades que la compañía ha experimentado en los dos últimos dos años, el trabajo que está desarrollando Swan al frente de la multinacional está empezando a dar resultados. Lo explica el propio Swan en el artículo del Times cuando dice que “esta crisis se encuentra entre lo mejor que le ha pasado a la compañía. Nos ha obligado a revisar todo lo que estábamos a hacer mal e introducir cambios”.

Cambios que sobre todo se han introducido en su cultura corporativa, en la que se ha pasado del “Sólo los paranoides sobreviven” que acuñase Andy Grove al “One Intel” de Swan. Es así como de la mano del nuevo CEO de Intel, se incorpora a la empresa Venkata Renduchintala como presidente para el diseño de chips e impulsa la revisión de todo el proceso de chips, acelerando el proceso de producción de 10 nm e introduciendo desarrollos tan interesantes como Lakefield, un diseño innovador que pasa por apilar chips con el objetivo de ahorrar espacio.

Bajo su supervisión desparecen también esos enormes grupos de trabajo “legacy”, que pasan a ser “troceados” para trabajar de una forma mucho más efectiva. Así, si antes era necesario esperar a que todo el grupo completara un desarrollo para seguir avanzando, ahora se crean grupos más pequeños que se dedican a desarrollar bloques “estándar” que pueden ser reutilizados en otros productos, de modo que se gana en agilidad.

Pero “One Intel” como explica Swan en la carta que envía a la plantilla a los pocos días de asumir el cargo, también supone asumir un compromiso para “trabajar con verdad y transparencia” lo que como se detallaba a continuación, debía implicar “más honestidad” a la hora de enfrentarse a los problemas, colaborar más y eliminar las “trabas burocráticas”. Todo indica que lo están logrando.

No solo porque parece que por fin Intel va cumplir sus promesas en los 10 nm, sino porque la empresa ha mostrado que es capaz de avanzar con fuerza en todo tipo de campos. Así, en los últimos meses la compañía ha presentado Horse Ridge, una solución clave para el avance de los ordenadores cuánticos; Springhill, su primer chip dotado de Inteligencia Artificial o Horseshoe Blend, la plataforma sobre la que ya se están construyendo los portátiles plegables del futuro. Nada mal para poco menos de dos años en el cargo.

Periodista tecnológico con más de una década de experiencia en el sector. Editor de MuyComputerPro y coordinador de MuySeguridad, la publicación de seguridad informática de referencia.

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