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Procesadores neuromórficos; clave para una IA más potente y asequible

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Investigadores del MIT han confirmado esta misma semana su apuesta por una nueva arquitectura de CPU que podría revolucionar el sector de la inteligencia artificial. Dicha arquitectura se utilizaría para dar forma a lo que se conoce como procesadores neuromórficos, una solución muy prometedora.

La inteligencia artificial ha permitido conseguir avances importantes en diferentes sectores y se ha presentado desde el principio como una herramienta llena de posibilidades. Su valor no ha pasado inadvertido y de hecho gigantes como Google han llegado a considerarla como algo más importante que el fuego y que la electricidad.

Aunque sus posibilidades son casi infinitas tiene una contrapartida clara, y es que su complejidad y los requisitos que plantea a nivel de hardware no se quedan atrás.

La llegada de soluciones dedicadas al sector de la inteligencia artificial, como por ejemplo los núcleos tensor presentes en las GTX TITAN V de NVIDIA, han confirmado que las arquitecturas y sistemas actuales no son verdaderamente óptimos para trabajar con sistemas de inteligencia artificial.

Esta realidad nos ayuda a entender desde el principio la importancia de diseñar soluciones dedicadas para aprovechar al máximo los sistemas de inteligencia artificial, como esos procesadores neuromórficos en los que está trabajando el MIT.

Según los expertos este tipo de procesadores han sido diseñados para que funcionen casi de la misma manera que el cerebro humano. Esto abre el camino a la computación neuromórfica, que en teoría permitiría la ejecución de tareas de aprendizaje profundo de manera automática con una eficiencia hasta 1.000 veces mayor.

Sí, mil veces es mucho, pero viendo los avances que se han conseguido con soluciones específicas para IA tenemos razones para ser optimistas.

El MIT ha explicado que los procesadores neuromórficos trabajan procesando los datos de manera analógica. Esto significa que no se limitan a transmitir la información mediante una serie de ráfagas eléctricas en formato de encendido y apagado, sino que pueden variar la intensidad de esas señales como hace el cerebro humano.

Sin embargo su mayor ventaja es también su principal problema. Controlar adecuadamente la intensidad con la que se producen esas señales sigue siendo la gran cuenta pendiente de estos sistemas, una cuestión que los expertos siguen intentado resolver para avanzar en el desarrollo de los procesadores neuromórficos.

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