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IBM acaba con el problema del compuesto tóxico, bisfemol A

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Uno de los principales efectos colaterales, por no decir el más importante, de la revolución tecnológica que vivimos estos últimos años, es el de los residuos que genera. Al igual que la exploración espacial ha producido una peligrosa proliferación de basura espacial, la de dispositivos cuya vida es más bien efímera ha disparado la producción de determinados materiales que, pese a ser realmente prácticos para la fabricación de nuestros gadgets más populares, a la larga pueden tener unos efectos muy perjudiciales, tanto para la propia vida como para el medio ambiente.

Uno de los casos más evidentes de ello es el de los materiales plásticos empleados en los dispositivos. Muchos de ellos son policarbonatos, un tipo de termoplástico (moldeable y muy dúctil a ciertas temperaturas), bastante resistentes y cuya relación calidad-precio los ha convertido en una preferencia para la industria. El principal problema de estos materiales es que, si bien durante su vida útil son realmente prácticos, tienen una «post-vida» bastante preocupante. Sin embargo, Computerworld informa de una investigación llevada a cabo por IBM podría acabar con ese problema y, por el camino, generar un importante beneficio.

El problema con los policarbonatos, que son muy empleados en la actualidad, es que en su proceso de degradación se genera bisfenol A (BPA), un compuesto orgánico sospechoso de ser tóxico desde hace ya muchas décadas y que, tras un informe elaborado por la agencia federal estadounidense FDA (Food and Drug Administration) en 2010, es considerado como especialmente peligroso para fetos, bebés y niños pequeños por sus potenciales efectos en el cerebro. Los investigadores de IBM han logrado diseñar un nuevo proceso de reciclado de los policarbonatos y, como resultado del mismo, no solo desaparece el problema del BPA, sino que además se puede producir un nuevo tipo de plástico que no es tóxico y que resulta válido incluso para usos médicos.

El proceso diseñado por IBM, y que consiste en combinar el policarbonato con un reactivo de fluoruro y aplicar calor a la mezcla, da lugar a un nuevo compuesto con un mayor nivel de resistencia a temperaturas y a otros elementos químicos, y que ofrece los niveles de seguridad necesarios para ser empleado en entornos tan asépticos como los materiales y equipamiento médico y en sistemas de purificación de agua. Además, el material resultante es lo suficientemente resistente como para evitar el proceso de degradación que sí que experimentan los policarbonatos y que resulta en la generación de bisfenol A.

 

Imagen: Pexels

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