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2016: un año de recesión económica… también para IT

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Crisis

Gráfico de caída de ventas

Si a principios y mitad del mes pasado todavía había bastantes dudas al respecto, a medida que vamos dando pasos en este segundo mes del año cada vez parece más claro que nos dirigimos, de cabeza, a una nueva recesión económica, que completaría el ciclo de tres (Estados Unidos, Europa y países emergentes) predicho hace ya algún tiempo por varios expertos.

Primero fue la explosión financiera provocada por las hipotecas subprime y la caída de Lehman Brothers, que tuvo su origen en Estados Unidos pero afectó a la economía de todo el mundo. Después llegaron las crisis de deuda en Europa, con primas de riesgo por las nubes, países con serios problemas para financiarse y políticas muy restrictivas en el gasto que desaceleraron el consumo hasta mucho más allá de lo que habría sido aconsejable.

Y ahora, superados (más o menos) los problemas en nuestro viejo continente, llega la tercera pata de este banco, el frenazo de las economías emergentes, sobre las que se ha sostenido gran parte del desarrollo y la «alegría» económica de estos últimos años.

Aunque al hablar de emergentes hay que tener en cuenta a muchos países, lo cierto es que la gran locomotora de ese grupo es China, país que durante las últimas décadas ha experimentado un crecimiento (medido en PIB) espectacular, y que al tiempo ha dado lugar a la proliferación de una clase media que ha servido, más que nunca, para incrementar el consumo interno.

Sin embargo, estaba claro que dicha tasa de crecimiento no se podía sostener de manera permanente, y aunque la economía del gigante asiático todavía no ha entrado en recesión, cada vez hay más señales que apuntan en ese sentido.

Y además, se da una circunstancia adicional, y que desgraciadamente en España nos resultará de lo más familiar. Debido a ciertas medidas tomadas por el gobierno chino para evitar la fuga de capitales, muchos inversores han dirigido su dinero a un tipo de bien con el que es bastante sencillo especular y que, si se dan unas condiciones concretas puede ser muy lucrativo: el ladrillo.

En los últimos años el precio de la vivienda en determinadas regiones del país ha crecido de manera desmesurada, y aún así se siguen produciendo muchísimas operaciones de compra-venta. Las señales de que se trata de una burbuja flotan en el aire, y son tan densas que se pueden masticar.

Pero, atención, esa no el la única burbuja (en potencia, ya se sabe que hasta que no revienta, no se sabe si es burbuja) China, y la siguiente la tenemos mucho, mucho más cerca… ¿Recuerdas el DotCom Crash de principios de siglo? Hablo de la caída de muchas empresas (principalmente portales) de Internet, que fueron valoradas muy por encima de lo que les correspondía (en gran parte por culpa de los inversores, que se volvieron locos con todo aquello que sonaba a Internet).

Pues bien, el ratio P/E (la relación entre el precio valor de las acciones y los beneficios de las mismas) del NASDAQ (el principal selectivo bursátil de Estados Unidos y que tiene una fuerte base de empresas tecnológicas) rozaba el 150%. Y a principios de año, la media de las empresas tecnológicas chinas era del… 220. China tiene una burbuja inmobiliaria, sí, pero tiene otra más grande todavía, la burbuja tecnológica. Y situaciones como la de principios del año pasado, con el gobierno chino cerrando los mercados, sólo corrigen parcialmente el problema.

En Europa estamos algo mejor, sí, pero tampoco demasiado. Con el dinero más barato que nunca, algunos países todavía tienen dificultades, no tanto para financiarse (la política de BCE parece acertada a ese respecto), como para reducir sus niveles de deuda que, necesariamente, también influyen en el coste de su financiación.

Sumemos esto a un panorama político más bien inestable y, sobre todo, a las amenazas de salida de la Unión Europea (primero fue el ahora menos probable Grexit, pero ahora pende sobre la Unión la posible salida de Reino Unido) y un crecimiento económico muy lento, y nos sale una sopa de recesión con bastante fundamento, como diría Arguiñano.

El panorama económico en Estados Unidos no es mucho mejor. Las ventas minoristas y mayoristas han experimentado su mayor caída desde la anterior recesión, los pedidos a fábricas y factorías han experimentado su mayor descenso desde la caída de Lehman Brohers, la evolución del PIB de Estados Unidos desciende hasta entrar en niveles negativos, las empresas no dejan de anunciar descensos en sus beneficios y las exportaciones descienden. El dólar está más fuerte de lo que ha estado en mucho tiempo, sí… tanto como para estar dañando su economía, que recientemente ya ha dado muestras de ello con unos datos de desempleo muy negativos.

¿Y el resto de emergentes? Hace sólo unos días hablábamos, por ejemplo, de que India prevé vender menos servicios IT. Claro, si lo que damos en llamar mundo desarrollado tiene menos dinero para gastar, la demanda de productos y servicios a los emergentes disminuye y, por lo tanto, su crecimiento también mengua o desaparece. Las exportaciones son vitales para el desarrollo de dichos países, pero a medida que la sombra de la recesión se cierne sobre Estados Unidos y Europa, su futuro se torna más incierto.

¿Y las tecnológicas?

Llevamos ya unos cuantos meses viendo resultados y predicciones que no son demasiado esperanzadoras. Por ejemplo, todas las previsiones de Gartner en cuanto a ventas de dispositivos los próximos años, hablan de descensos en el consumo.

Y aunque los malos resultados (o al menos peores de lo previsto) de algunas empresas se deben a causas puramente endógenas, en la mayoría de los casos la sombra de la nueva recesión económica global se encuentra tras los mismos. Con un elemento extra de presión: ahora todo el mundo las observa (a las empresas tecnológicas), tanto como termómetro de la situación global, como porque se espera de ellas que su rendimiento sea superior al de otros muchos sectores. Una difícil situación, sin duda.

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