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Opinión

¿Qué papel jugaron las redes sociales en la política de Oriente?

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primavera arabe

Hace años, leí un artículo firmado por el CEO de una empresa dedicada a la creación y valoración de marcas, en que, de manera sorprendente, el firmante decía que, gracias a las redes sociales, la democracia había llegado al mundo islámico tras la Primavera Árabe de 2011.

Para los que nos dedicamos a cuestiones económicas, tecnológicas, de seguridad nacional y relaciones internacionales, aquel artículo nos impactó por su desorientación. Publicado un año después de la mal llamada “Primavera Árabe”, el autor ignoraba que en Túnez y Argelia (donde empezó todo) no había democracia, sino dictadura-dura. En Egipto, el autor decía que los jóvenes reunidos en la plaza Tahrir de El Cairo habían traído la democracia al país de las pirámides gracias a Facebook y Twitter. De nuevo, ignorancia.

Primero, en Egipto, cayó el dictador Mubarak, amigo de Estados Unidos y fue sustituido por los Hermanos Musulmanes, elegidos por mayoría absoluta por los egipcios. Este partido político es más bien un movimiento social y religioso radical y, dentro de él hay redes, una de las cuales dio lugar a Al-Qaeda. Sí, el grupo terrorista que estampó aviones contra las Torres Gemelas y que llevó a Estados Unidos a la guerra en Oriente Medio.

Los Hermanos Musulmanes eligieron presidente a Mohamed Morsi, quien quiso imponer una dictadura teocrática suní en Egipto, rompió lazos con Estados Unidos y permitió el asesinato impune de cristianos coptos. Estados Unidos e Israel se pusieron nerviosos y, simplifico y resumo: Obama quiso que cambiaran las cosas. Un golpe de estado del general Al-Sisi, amigo de Mubarak, devolvió Egipto a “la normalidad” y, por orden cronológico, de “primavera árabe” se pasó a “dictadura teocrática islamista” y, de ahí, a una dictadura militar en que Egipto es, de nuevo, amigo de Norteamérica y mantiene el tratado de paz con Israel, como Jordania, donde no llegó ningún tipo de primavera, con o sin redes sociales.

En Irán, chií, en 2009, se produjo la famosa revolución verde que pedía más democracia. Estados Unidos pensó que las elecciones iraníes las ganarían los moderados y no quiso intervenir para no restar legitimidad al resultado electoral. De nuevo, los millennials usaron las redes sociales (Twitter, Facebook) para organizarse y, algún despistado en Occidente pensó que eso era suficiente para derrotar el régimen teocrático chií de los ayatolás y de la Guardia Revolucionaria Iraní. El resultado lo sabemos todos. Ganó Ahmadineyad, radical chií que negaba el Holocausto y pedía la extinción de Israel. Los líderes opositores acabaron en la cárcel.

Movimientos parecidos emergieron -pero solo emergieron, sin cuajar- en Yemen, Arabia Saudí y Siria. En Yemen y en Siria hay una terrible guerra civil desde 2011 y, en Arabia Saudí, aunque en 2019 se permitirá conducir a las mujeres (¡por Dios, que gran gesto de apertura y libertad!), la realidad es que la monarquía Al Saúd ha incrementado en un 1.000 por ciento su control sobre la población, en telecomunicaciones, mensajes, redes sociales, etc. Exactamente igual ha sucedido en Kuwait, en Qatar y en los principales Emiratos: Abu Dhabi y Dubai.

El papel de gobiernos y empresas TIC

El contexto en que sucede todo lo anterior es la digitalización, el uso de las redes sociales -en este caso, con motivos políticos- y el papel que juegan los gobiernos y las empresas tecnológicas. El fundamento intelectual para todo ello lo proveyeron Eric Schmidt (presidente de Google, entonces) y Jared Cohen en la obra “The New Digital Age: Transforming Nations, Businesses, and Our Lives” de 2013. Su tesis principal es que el uso de las redes sociales de Google, Facebook, Twitter o LinkedIn, creará una democracia más participativa, al estilo de la ateniense de hace 3.000 años, dejando de lado que, entonces, solo opinaban los varones y que existía la esclavitud. Schmidt quería poner énfasis en una democracia más representativa, más participativa, como la proclamada por Barack Obama en las elecciones presidenciales de 2008 y 2012. Cuando su libro sale a la luz, en abril de 2013, en el mundo árabe no hay primavera, sino invierno, con dictaduras y guerras civiles.

Al mismo tiempo, no hay que olvidar que, cuando escribimos este artículo, el 20 de marzo de 2018, se celebran dos aniversarios: el de la “Primavera Árabe” (2011) y el de la guerra de Iraq (2003). La guerra de Iraq tiene que ver mucho, pero no todo, con los atentados del 11S de 2001. A efectos de este artículo, diremos que, como consecuencia de la lucha contra el terrorismo islamista, Estados Unidos desarrolla toda una pléyade de leyes (The Patriot Act, la primera) que dan cobertura legal al gobierno para monitorizar -en Internet, telefonía, redes sociales, servicios de mensajería instantánea como WhatsApp y Messenger- a potenciales terroristas, anticiparse y prevenir nuevos atentados. Para ello, agencias como la NSA y la CIA desarrollaron programas informáticos específicos. El problema es que, estas agencias, con la cobertura legal de los gobiernos de Bush y de Obama, empezaron a investigar primero a todos los norteamericanos y, después, a todos los ciudadanos del mundo, violando derechos básicos como el derecho a la privacidad, intimidad, etc.

Uno de los programas más importantes se llamó PRISM, que inventó un hoy muy conocido Edward Snowden, quien trabajó para la CIA y la NSA, es decir, para el gobierno norteamericano. Pero no solo. También Facebook, YouTube, AOL, Skype, Apple, Yahoo!, Google, Microsoft, ATT, Verizon… y buena parte del sector tecnológico que, como ya dijimos en una ocasión, en Estados Unidos, nace de la mano de la industria militar.

Primero fue Bradley Manning (hoy, Chelsea) quien desveló mediante Wikileaks de Julian Assange, millones de documentos en que se ponía en tela de juicio la integridad del comportamiento del Ejército de Estados Unidos en Oriente Medio. Después vino Snowden, quien desveló el programa PRISM y puso en evidencia, por ejemplo, que 140 millones de estadounidenses habían sido espiados ilegalmente por la NSA con la connivencia de la operadora de telecomunicaciones Verizon. Lo publicó The Guardian. A favor de Snowden, hay que decir que procuró no poner en peligro la vida de soldados americanos y agentes de la CIA en Oriente Medio. En cambio, la arrogancia de Assange ha causado la muerte de cientos de militares y agentes de inteligencia americanos y árabes en Oriente Medio.

¿Por qué?

Porque las redes sociales espiadas, como Facebook, con el consentimiento de su fundador y presidente, Mark Zuckerberg, que ha puesto bajo escrutinio a dos billones de personas, o a los millones de utilizan Skype y el correo electrónico de Yahoo y Gmail no son las únicas redes. El general Stan Mc Chrystal, especialista en counter-insurgency y el general David Petraeus, experto en counter-terrorism, descubrieron que Al-Qaeda se organizaba como redes neuronales y, por tanto, era muy difícil de localizar.

Tan solo cuando Al-Qaeda queda obsoleta tecnológicamente, Estados Unidos es capaz de cazar y hacer justicia con Bin Laden. Pero, para entonces, ya había surgido otra red de redes, el Estado Islámico, con múltiples ramificaciones en Siria, Egipto, Jordania e Iraq. En su caso, ni el uso de drones ni de las capacidades tecnológicas de la CIA, la NSA, Google, Microsoft y Facebook fueron el elemento esencial para su derrota, sino el enfrentamiento militar directo.

Hay una moraleja en todo esto: los millennials no son capaces de hacer caer un gobierno usando Twitter y Facebook, por un lado y, por otro, la toma de conciencia de que las empresas tecnológicas norteamericanas trabajan para su Gobierno, en lo que demuestran patriotismo, porque más importante que un tuit, es salvar una vida humana de un atentado terrorista.

jorge diaz cardiel

 

 

Jorge Díaz-Cardiel. Socio director general de Advice Strategic Consultants. Economista, Sociólogo, Abogado, Historiador, Filósofo y Periodista. Autor de más de mil de artículos de economía y relaciones internacionales, ha publicado una veintena de libros.

Socio director general de Advice Strategic Consultants. Economista, Sociólogo, Abogado, Historiador, Filósofo y Periodista. Ha ocupado cargos de responsabilidad en empresas de comunicación, relaciones públicas y tecnología. Ha escrito más de mil de artículos de economía y relaciones internacionales y una veintena de libros.

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